sábado, 7 de noviembre de 2015

EN BUSCA DE LA CIUDAD DE ORO



Soy un español más de los que se han visto obligados a huir del país por la falta de futuro (en verdad no he huido, me han echado). No me fue muy difícil decidir hacer las maletas para ir a un sitio diferente al que conocía y había crecido. Vivir en Latinoamérica era un deseo que siempre había tenido, aunque hubiera preferido que fuera en otras condiciones. 

Todo comenzó cuando termino mi carrera de ingeniero en 2011 y tras búsqueda intensiva de una oportunidad de comenzar a desarrollarme como profesional consigo una entrevista de trabajo para practicante. Por supuesto no hubo suerte, es más, en la misma entrevista me dijeron que había más de 300 personas para el puesto y muchas de ellas tenían incluso 5 años de experiencia, por lo que no tenía la más mínima posibilidad. 

En marzo o abril del 2012 ya tenía claro que si quería trabajar de lo que había estudiado tenía que irme fuera, solo quedaba decidir dónde. Me puse a investigar en páginas de búsqueda de trabajo en los principales países en Latinoamérica con buena economía, que en esa época eran todos, y me decidí por Perú, además de por la cantidad de puestos que salían al día , porque tenía buenas referencias por un compañero de universidad que en mayo del 2012 se puso el cinturón y se fue a probar suerte a Lima, encontró trabajo en un mes y medio, con ello la residencia, oportunidad laboral, una vida nueva y un posible futuro, además de buena comida y recepción a los extranjeros.

Salí del único hogar que conocía el 6 de septiembre del 2012 y aterricé en Lima el 10 de octubre. Por si acaso se les ha ocurrido viendo las fechas no vine nadando o en barco, tarde más de un mes en llegar porque aprovechando que al buscar lo más económico para llegar a Perú encontré un vuelo que pasaba por Cancún (México), saliendo lo mismo que uno directo, por lo que decidí hacer una pequeña escala de un mes para visitar a dos de mis mejores amigas y compañeras de la vida que estaba dejando atrás y coger fuerzas para empezar una nueva. Fue un mes en una isla del Caribe (Holbox) que hoy en día me parece muy lejana y casi imposible de creer, me gasté menos de lo que hoy me cuesta la mitad de mi minidepar.

La llegada fue un poco agobiante y larga (36 horas desde que salí de Holbox), ya que tenía encima un mes de relajación en la playa, una escala de 13 horas en DF, no tenía donde quedarme a dormir debido a que mi amigo se encontraba en la selva y me lo dijo el mismo día, y sobre todo la angustia que me recorría el cuerpo, ya que fui leyendo en el avión la Lonely Planet y lo menos que te decía es que con suerte no te abrían en canal para vender tus órganos. Con esto último y oyendo en voz del capitán que estábamos a menos de una hora de llegar, me decidí olvidarme de lo leído y hablar con la señora del costado, que en cuanto entramos en el espacio aéreo peruano no tardo ni un minuto en llamar a la azafata y pedir una tal Inka Cola, un refresco de color amarillo que según dijo era algo maravilloso. 

Después de hablar un rato, le conté mis planes por los cuales venía a Perú y si me podía contar algo de la ciudad, ya que ella era de Lima. Lo que me dijo me dejó todavía más asustado que lo leído, ya que eran vivencias; en conclusión ella vivía en USA, no pisaba Lima desde hacía muchos años y ahora tampoco lo iba hacer ya que hacía escala para ir a Bolivia a reunirse con su familia.

Me dije a mi mismo, no importa lo que hayas leído en un libro escrito por gringos (“guiris”) y una peruana que ha perdido todo contacto con el país, a la tercera va la vencida y me fui a hablar con alguien que viviera aquí. Al final, le pregunté a un azafato que era de un tal barrio llamado Chorrillos y que por lo que me dijo creo que él escribió el capítulo de Perú de la Lonely Planet. Me quedé con lo que me advirtió de los taxis, que ya había leído en foros, guías y demás, pero sobre todo que el taxista no fuera de la calle sino de la empresa seguras como Green Taxi y que aún así estuviera atento, pedirle que fuera por la costa verde y como referencia ver una cruz iluminada al fondo para saber que me estaba llevando por buen camino. Como último consejo me dijo que no dejará parar al taxi en un grifo (“gasolinera”), porque lo utilizaban como excusa para que alguien abriera el maletero y se llevara tus maletas.

Estaba a punto del colapso, no tenía donde quedarme, iba a aterrizar a eso de las 22.00 horas y encima me iban a robar nada más bajar, eso ya lo tenía asumido. Elegí un Hostel de los que recomendaba la guía y me arme con todas las fuerzas que me quedaban.

Salí sin problemas de control migratorio, saqué dinero, conseguí un Green Taxi y adivinen, hizo una parada en un grifo, pero gracias a los consejos recibidos yo estaba preparado en la parte de atrás del carro (“coche”) con todas mis pertenecías (una mochila, una maleta de mano y una mochila de montaña). Ahora lo recuerdo y me genera una sonrisa. Por cierto, no pasó nada en el grifo y por ahora tampoco en el tiempo que llevo aquí. 

Llegué al Loki Hostel, donde me acogieron y me guiaron durante mis primeros meses en Perú, conocí grandes personas y amigos allí, entre ellos a mi novia y compañera de viaje desde entonces.
Una vez ya me encontré en Lima todo fue bien, a los 10 días dejé el hostel y me cambié a una habitación, siempre cerca del Loki que era lo único que conocía, empecé a tener entrevistas al toque (“en seguida”) y me ofrecieron un trabajo a las dos semanas de llegar. 

No podía estar más contento y mientras que se realizaban los trámites, me relajé, aproveché a conocer algo la ciudad y a disfrutar un poco de la novedad. La alegría se torno en decepción, ya que después de 3 semanas entre enviar pasaporte, ir a migraciones a pagar la tasa para derecho a firmar contrato, y pitos y flautas, la empresa me dijo que no contaba conmigo debido a que los trámites para hacerme residente demoraban mucho. Ellos no me lo dijeron de buena fe, tuve que perseguirles hasta que me lo dijeron, algo que he descubierto que aquí ocurre con mucha normalidad.

Los días y meses fueron pasando, ya me encontraba en diciembre y después de más de 30 entrevistas se acercaban los 90 días que tenía de visa (límite 8 de enero), el ritmo de gasto (mayor al esperado) y debido a las fechas de navidad, que aquí es mes muerto, cada vez se me pasaba más por la cabeza el retorno ,aunque con la cabeza alta, ya que el que no lo intenta no tiene nada que ganar. 

Felizmente el 18 de diciembre firme contrato, día que se podría considerar mi nacimiento en Perú. Se pueden imaginar lo contento que estaba, pude disfrutar la navidad veraniega de por aquí, ir a la playa, conocer la ciudad, amigos y a mi novia.

Cuando lo pienso, en aquel momento la búsqueda de chamba (“curro”) fue eterna, pero en verdad encontrar trabajo en poco más de 2 meses, cuando eres extranjero y no tienes experiencia, es algo que creo que la mayoría, incluso yo ahora mismo, firmaría en cualquier momento o circunstancia. 

Comencé a trabajar el 8 de febrero y no ha sido fácil, pero por suerte di con una empresa en la que hay un buen ambiente de trabajo, me han apoyado y confiado en mi hasta el día de hoy.

Como experiencia laboral ha sido muy gratificante, aunque cuando miro hacia atrás ha sido muy duro y se ha pagado mucho piso como se dice por aquí. En España no creo que nunca me hubieran concedido las oportunidades y derecho al error que he tenido aquí, lo que ha hecho que pueda crecer profesionalmente de forma exponencial.

Entre unas cosas y otras, no he viajado mucho y conocer Perú todo lo que me gustaría, es más recién he ido a Machu Pichu este agosto, pero lo que sí puedo decir que aquí puedes encontrarte de todo, costa, desierto, selva, sierra, alta montaña, lo mejor y lo peor, el paraíso o el caos, y solo te queda aceptar y disfrutar de lo que ello conlleva o se hará muy pesado y duro. Por suerte, se habla español, o algo similar, que puede ayudarte a sobrellevar el choque cultural, pero aunque se hable el mismo idioma a veces puede ser muy difícil que te entiendan o entender.

En resumen de estos últimos tres años, ha sido una continua adaptación, con adaptación quiero decir renegar (“quejarse”), aprender, cabrearme, degustar, amar, admirar,…

Por mi parte, últimamente tengo la necesidad de un cambio, por lo que mi próximo reporte en este blog pueda tener de titulo “De oca a oca y tiro por qué me toca” escrito desde cualquier otro país y poder así seguir conociendo costumbres, gentes y culturas diferentes.

Todo aquel que lea este texto y esté dudando si seguir en España o probar suerte fuera, mi consejo es CORRE!!!  No lo pienses, haz un poco de hucha, una maleta con lo mínimo indispensable y sal a conocer otro lugar, seguro no te arrepientes.

Hasta pronto.

1 comentario:

  1. Gracias Pedro por ofrecerme la escribir mi experiencia, me ha permitido recordar vivencias y sentimientos que son de hace tan poco tiempo pero que ya tenía muy olvidados.

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